Una visita al Museo Judío en Berlín

12/Sep/2012

Aurora, Jorge Iacobsohn

Una visita al Museo Judío en Berlín

El Museo consta de dos edificios, uno antiguo, remodelado que sirve como entrada para los visitantes y ofrece un patio con restaurante, el otro es el que alberga la muestra con su particular diseño, que puede calificarse aproximadamente como “posmoderno”.
El edificio tiene cuatro pisos, está construido con paneles de zinc y titanio. Uno de los pisos es subterráneo y es por él que se empieza el recorrido, descendiendo por una escalera cuyas paredes están pintadas de negro y están cruzadas por líneas blancas oblicuas y quebradizas, que se repiten por todo el edificio. En la planta baja, cada sección representa los momentos claves de la vida judía en Alemania. Una estadía de aproximadamente mil años, es mostrada a través de algunas fotos y objetos de la vida cotidiana de los judíos.
Otra sección, muestra el período de persecución, con los nombres de los campos de concentración, y termina con una puerta que da a la “Torre del Holocausto”, que es totalmente vacía y negra, logrando transmitir la sensación de no salida que han sufrido los que no han podido escapar. Un tercer espacio lo constituye el “Jardín del exilio”, una pared blanca con los nombres de los países a los que emigraron los judíos (Estados Unidos, Australia, Sudáfrica, Israel, Argentina, etc.), y con una puerta que da a un verde jardín que se encuentra en un patio adyacente.
A un costado se encuentran muestras interactivas, en donde se puede ver con detalle la muestra del museo pero concentrada en pantallas con ordenadores. Al lado, una sala de conferencias (El Raphael Roth Learning Center) en la que cada año se imparten cursos enfocados en algún tema seleccionado). La muestra se puede ver desde cualquier punto, pero es recomendable empezar por el piso más alto, donde comienza la exposición por orden cronológico, que va desde la primera emigración de los judíos a “Ashkenaz” (nombre bíblico con el cual se designaba la zona germánica), hasta la Segunda Guerra Mundial. Es posible recorrerla con un Iphone, otorgado por las autoridades del Museo, que tiene grabadas explicaciones en muchos idiomas, cada parte de la muestra está numerada y es posible consultar la información con el teléfono inteligente poniendo el número que corresponda.
Esa primera sección, se ubica cronológicamente en la Edad Media, y explica al público general quiénes son los judíos, cuáles son sus costumbres, en particular, cómo eran en la Edad Media y pueden verse facsímiles de escritos bíblicos, del Talmud, pigmentos de colores que se usaban en la época para escribir, vestimentas, artículos y utensilios, tumbas con inscripciones hebreas antiguas, etcétera. Todo lo que describiré a continuación es sólo un recorte personal, dado que lo que hay para ver es, por supuesto, muchísimo más de lo que describo.
Períodos alternos de hostilidad y convivencia
Hay una réplica de dos estatuas que se exhibían en la catedral de Bamberg por el 1200, en las que se representan a dos mujeres bellas y jóvenes, una con una corona y erguida, y la otra sin corona, encorvada y con los ojos vendados. La primera es la “Iglesia”, y la segunda es la “Sinagoga”. Un período entrecortado entre convivencias pacíficas y persecusiones.
Cabe destacar la exposición de un facsímil del manuscrito en ídish de Glückl von Hameln, o Glückl bas Yehuda Leib, la primera mujer judía escritora medieval, del período barroco (del 1600 al 1700). Ella ha testimoniado sobre la vida judía en esa época, describiendo el día a día de su familia, de su comunidad y de las ciudades europeas del momento (ella vivía en la ciudad portuaria de Hamburgo). Ella fue la tatarabuela de Heinrich Heine (quien también tiene su lugar en la exposición, enfocada en los siglos XVIII y XIX) y de Shimshon Refael Hirsch.
En el período que sigue al de Glückl, los judíos empezaban sus primeros pasos a la emancipación ciudadana, en los albores de la modernidad, que trajo fuertes cambios en las comunidades, desde la aparición el judaísmo reformista de la mano de Moses Mendelssohn y Abraham Geiger, pasando por la corriente asimilacionista, hasta la ola de bautismos en la que Heinrich Heine, él mismo converso al cristianismo, se ganara el odio y el ostracismo luego de criticar el romanticismo alemán y haber dicho la famosa sentencia “el bautismo es el boleto de entrada a la sociedad europea”.
En el período de emancipación hubo una fuerte integración de los judíos en la sociedad alemana, intelectuales como Mendelssohn han influido en los teólogos protestantes, y el más grande poeta alemán Wolfgang Goethe llegó a declarar “los judíos son un pueblo, también. Ellos citan y recitan pasajes de mi obra con una pasión no vista en los no-judíos de lengua alemana”.
El rabino Nehemia Nobel, contemporáneo de Franz Rosenzweig, Martin Buber y otros miembros del sionismo cultural, afirmaba que en su identidad, tanto la nacionalidad judía como la alemana eran asumidas plenamente en forma de síntesis, abrazando con tanta pasión la religión judía y la poesía de Goethe.
Entre fines del siglo XIX y comienzos del XX aumenta el antisemitismo y nace el sionismo como respuesta, y en el museo es posible ver fotos en los que miembros de la comunidad se preparaban para ser “jalutzim” (pioneros), aprendían agricultura, carpintería, hebreo, para emigrar a Eretz Israel. Es posible ver fotos de “hajscharot” (granjas de agricultura), de cuadernos científicos que enseñan a cultivar, y también libretas donde se estudiaban las materias clásicas del colegio más algunas de carácter científico y cultural. Un dibujo de una estudiante muestra cómo muchas escuelas judías que tenían un enfoque cosmopolita volvían a valorizar la historia judía ante la hostilidad antisemita creciente. Podemos ver, en cada cuadrante del dibujo, una ilustración de Goethe, otra de Shakespeare, otra de Napoleón, y otra de Maimónides.
Los estudiantes de esas escuelas, que han emigrado a Estados Unidos, han contado en sus memorias que se sentían muy protegidos en ellas, dada la hostilidad y peligrosidad del ambiente externo.
También se puede ver un bellísimo cuadro de Gustav Landauer, el revolucionario consejista judío berlinés (filósofo anarquista y pensador religioso, 1870- asesinado en 1919), pintado por su contemporáneo Hanns Ludwig Katz (1892-1940).
Una vidriera contiene un vestido negro que se asemeja a una toga académica. Era la vestimenta de la primera mujer rabina, Regina Jonas, nacida en 1902 y muerta en Auschwitz en 1944.
En la misma época se crea el Instituto de Investigación Sexual, creado por un grupo de científicos liderados por Magnus Hirschfeld, siendo los primeros en quitar a la sexualidad de los prejuicios médicos, criminológicos y por supuesto, religiosos, y los primeros en ser perseguidos por el nazismo.
Final nazi y continuidad contemporánea
A medida que vamos bajando, la muestra se centra en el crecimiento del antisemitismo y el desarrollo del nazismo. La mayoría de los periódicos alemanes comienzan a publicar titulares antisemitas de lo más delirantes, canalizando las frustraciones económicas y políticas alemanas y utilizando a los judíos como chivos expiatorios preferidos. Ese clima, de comienzos de siglo XX, se agudizó con la llegada del nazismo, que abiertamente inició una campaña de hostilidad antijudía, poniendo carteles de “No queremos judíos”, “Este negocio lo atiende un judío”, entre infinitas consignas de odio obscena e impunemente expuestas, documentadas en el museo. Luego de pasar por los aspectos históricos más conocidos del período, el recorrido culmina en una exposición de la vida judía contemporánea, en la que se expone el quehacer educativo de la comunidad en el país, sus contribuciones, y también sus defensas ante el antisemitismo, como la célebre reacción de la comunidad ante el film de Rainer Werner Fassbinder “Basura, ciudad y muerte”, en el que aparece el personaje del “judío rico”, que representa burdamente, en forma de estereotipo, al judío que se hace rico con la especulación inmobiliaria en una ciudad arruinada, se relaciona con una prostituta a la que luego asesina y es exculpado y exonerado dado que luego del Holocausto los judíos están libres de sospecha y culpabilidad y se le garantizan favores que son negados a las personas comunes. La historia no se cansa de repetir sus libretos, con actores, escenarios, y niveles de gravedad diferentes.
Memorial del Holocausto
Cerca de la famosa puerta de Brandenburgo, se encuentra una plaza toda cubierta de bloques grises de hormigón, que en una vista parecen tumbas y en otra, edificios en un laberinto. Se trata del Memorial que recuerda a los judíos muertos en el Holocausto. Su construcción ha finalizado en 2004.
Fue diseñado por el arquitecto Peter Eisenman, (también, famoso teórico de arquitectura posmoderna como Libeskind), y su estética se propone transmitir una sensación incómoda, confusa, a partir de representar un sistema gris y ordenado que ha perdido relación con la razón humana. Como explica el folleto que se entrega a los visitantes, la instalación también se aproxima al tradicional monumento funerario, ya que Eisenman no apeló a ningún simbolismo explícito.
A medida que uno sigue recorriendo la ciudad de Berlín, puede ver cómo las nuevas generaciones alemanas critican su pasado, conmemoran las atrocidades cometidas por sus antecesores, y reivindican el pasado liberal ilustrado y romántico. Es usual toparse con nombres de calles de pensadores, científicos y poetas judíos, como Hanna Arendt, Heinrich Heine, Martin Buber, entre otros.